La mancha de la crisis llega a todos sitios. La frase es de Pedro
Robles, propietario de una consolidada cadena de hostelería de la
capital sevillana, donde en los dos últimos años se han abierto 700
bares. La hostelería se había convertido en el "negocio refugio" por
excelencia y en marzo de 2012, gracias a las licencias exprés, otorgadas
por el Ayuntamiento de Sevilla, se registraron 250 establecimientos
nuevos. Antes, las peatonalizaciones de las principales vías del casco
antiguo y de algunas calles de marcado carácter comercial como Asunción
hicieron que aumentaran los bares en lugares donde antes apenas había.
Hoy, los cierres, traspasos y nuevas aperturas se suceden a un altísimo
ritmo como consecuencia de la crisis y las dificultades que los
hosteleros tienen para mantener los negocios en una provincia que lidera
el ranking nacional de establecimientos por habitantes.
En Sevilla y su provincia hay un bar por cada 218 habitantes. En
total son unos 9.000 establecimientos, que superan se acercan a los que
hay en toda Castilla La Mancha y sólo se queda a 3.000 negocios de los
que suma todo el País Vasco, con una gran tradición gastronómica.
Sevilla y sus pueblos reúnen tantos bares como Barcelona capital, el
doble que la ciudad de Valencia y más de 1.000 más que toda Extremadura.
En la capital son casi 4.000 bares, pero los hosteleros
aseguran que lo que ocurre en el centro de Sevilla es un espejismo y que
la crisis está golpeando con fuerza a este sector. Esta percepción se
confirma con los datos del Anuario Económico de España que presenta
anualmente La Caixa: en Sevilla y su provincia hay más de medio millar
de establecimientos hoteleros menos, un dato que invierte la tendencia
al alza del sector. Si el informe anual de 2011 de esta entidad cifró en
9.527 los bares y restaurantes que había repartidos por la geografía
sevillana, en 2012, la cifra disminuyó hasta los 8.906 establecimientos,
lo que supone casi un 18% menos. La bajada ha sido algo menor en la
capital, de un 12% en los últimos cinco años.
Este estudio recoge el número de bares, cafeterías y
restaurantes, incluyendo también heladerías y otros negocios del sector
sujetos al impuesto de actividades económicas (IAE).
Pedro Sánchez-Cuerda, presidente de la Asociación de Hosteleros
de Sevilla y director del grupo hostelero La Raza, explica que lo que
mantiene a los negocios del centro de la capital es la clientela
extranjera, "que tradicionalmente gasta más que el cliente nacional". En
los barrios y en los pueblos, sobre todo los pequeños, es otro cantar.
El poder adquisitivo bajó en 2012 un 2,3% respecto a 2008, lo
que supuso la mayor bajada en 27 años. Este dato se refleja directamente
en el consumo del público en bienes que no son de primera necesidad,
como "salir a comer y a divertirse", apunta Sánchez-Cuerda. "No es tanto
que haya poco público como que ese público consuma menos cuando sale",
añade. En los dos últimos años, se ha notado más este descenso del poder
adquisitivo y según Robles, no sólo en el cliente nacional, sino
también en el extranjero.
Este hostelero destaca como una tendencia importante el éxito de las compañías turísticas low cost
(desde líneas aéreas a buscadores de hoteles), ya que gracias a ellas
llegan más turistas que "de otra manera no podrían" pero que,
"obviamente, tienen mucho menos poder adquisitivo". Para el empresario
de la cadena Robles, salir a comer y hacerlo esperando un buen servicio y
una alta calidad de los productos no es compatible con unos precios
excesivamente bajos. "En el bueno, bonito, barato algo tiene que fallar", afirma Robles, quien insiste en que el nivel de su marca exige unos mínimos.
La tapa se está convirtiendo en un salvavidas para muchos
establecimientos de alta gastronomía o de reciente apertura, según
explica el presidente de los hosteleros sevillanos. Hay muchos bares que
se han creado en los últimos años "al calor de la tapa", pero eso no es
sinónimo de éxito. Según explica Robles, "hay gente que viene de otros
negocios y abre uno hostelero, y no siempre saben hacerlo". Los
hosteleros insisten en que este sector, que es complejo, requiere su
especialización y que en los últimos años se ha convertido en un refugio
para nuevos empresarios, algo que no contribuye a la mejora de la
hostelería.
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