viernes, 14 de junio de 2013

El Arenal de Sevilla, adobado con acento extremeño

Tengo la suerte de disfrutar del sabroso ambiente del barrio de El Arenal de Sevilla, adobado con acento extremeño consolidando la conexión existente con la ciudad hispalense, donde ese día era frecuente escuchar frases como... '¡Chacho! Qué fresquino hace'... 'Este tiempo está loco', decían otros. Bendita locura para los que nos desplazamos a la tierra de María Santísima en el autobús que fletó el Club Taurino de Badajoz con motivo de la actuación en La Maestranza -dicho sea de paso, por primera vez en su historia- de tres jóvenes extremeños que hacían el paseíllo juntos. El autocar nos dejó junto a la estatua de Pepe Luis y frente a la de Curro Romero. Solo las separa el paso de peatones que cruza la avenida de Colón para acceder hasta la emblemática Puerta del Príncipe de tan coquetona joya que, como esas dos pinceladas toreras esculpidas en bronce, rezuma arte imparable en el tiempo y la memoria.
¡Qué gozada disfrutar de los antes que ofrece la magia de una tarde de toros! A pesar del frío reinante en ese día desangelado de tan 'saborío' mes de mayo, pudimos gozarla en el entorno maravilloso del Arenal sevillano, aderezado del aroma penetrante que emanan de sus calles aledañas, regadas de tauromaquia, como las de Adriano o Antonia Díaz. Con Triana compitiendo al otro lado del río, desde donde la brisa del Guadalquivir nos trae el aliento de sus duendes posados esa mañana en la calle San Jacinto, donde niños trianeros jugaban al toro, en este caso dirigidos por las instrucciones de los maestros allí presentes, Francisco Rivera Ordoñez, Curro Puya, José Rodríguez 'El Pío', 'Finito de Triana' y Susoni, entre otros. Mientras que en este lado del río nos saludábamos en encuentros constantes con numerosos amigos y aficionados procedentes de Almendralejo, Santa Marta, Llerena, Villafranca de los Barros, Fregenal de la Sierra, Higuera la Real, Fuentes de León, Badajoz... Y otros conocidos de Sevilla.
Todos nos volvimos a ver y sonreír en el bello coso maestrante, dispuesto a agradecer con nuestros aplausos acariciadas faenas de los tres novilleros extremeños que conformaban el cartel anunciado. Tulio Salguero, de Badajoz; Rafael Cerro, de Saucedilla y Tomás Campos, de Llerena, en una tarde desangelada y fría que impedía respirar el aire del vuelo de los capotes ilusionados a priori de estas tres promesas del toreo. Pero no fue así, a pesar de esa valiosa oreja que Rafael 'el de Ortega Cano' le arrancó a 'Gallito'. Un utrero cárdeno de pelo, con el hierro de La Quinta, como el resto de sus hermanos lidiados, que dio en báscula 442 kilos de peso. Pero cuando el sol se duerme 'aburrío' como esa tarde, termina escondiéndose en el río. Un desaire que desmoralizó a todos. Tanto a Tulio Salguero, como a Tomás Campos les vi un sorprendente conformismo, que acompañados por Rafael Cerro, minimizaron el impacto de solemnidad que debe producir el hacer el paseíllo en la mismísima Real Maestranza sevillana, incluso olvidándose de mantener los sabores del toreo.
En general, creo que a todos nos invadió la sensación que nos produjo la ausencia manifiesta de coraje en los tres novilleros para intentar subsanar las carencias mostradas por los utreros de La Quinta, e imponerse a la frialdad de la tarde y a las carencias mostradas por los novillos. Creo que a este guiso le faltó jugosidad, sabor, decisión y algunas cosas más.
No soy nadie para aconsejar a nadie, pero estoy casi seguro que el silencio de la Maestranza guarda las palabras del mensaje, que quedan para el recuerdo de los aficionados que disfrutamos del antes, de esta novillada. Otro día gozaremos de la magia del momento, y de su regusto del después. ¿Por qué no?

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