miércoles, 15 de mayo de 2013

Stop al metro en la Alameda


Elías Bendodo convoca manifestación para que el Metro vaya soterrado y no en superficie por esa Alameda que es una estación de autobuses con sus bares de plato combinado y todo, pese a los intentos más que loables de la librería Luces y del bar ideal de Love is Bakery, –con su paredes empapeladas de rayas pasteles, su chimenea de mentira y sus magdalenas de colores–, para que sea decente. Conmigo que no cuenten. Tengo una lista de cosas por las que sí puede que me manifestara y el Metro que nunca debía de haber comenzado no es una de ellas.
Pero, claro, mis manifas acabarían en una quedada de cuatro amigos, porque intento que no cale el discurso de que Sevilla nos maltrata, nos margina, nos aplasta y no quiere que avancemos. En mi número uno estaría la acera de los Baños del Carmen, por empezar por lo posible, yseguiría con un hospital digno y nuevo detrás del Civil, por seguir con lo que de verdad necesita esta provincia. Muy cerca, la ampliación del Cercanías a Estepona. Por cierto, en el caso del hospital, la Diputación de Bendodo tiene mucho que decir, porque podría dar un paso al frente y ofrecer los terrenos.
Que Elena Cortés es una chula debe de ser cierto. En fin, es normal. Igual que a una modelo se le puede subir algo a la cabeza el haber nacido guapa, qué no le podrá pasar a la campeona de la demagogia en una tierra sedienta de referentes, que enseña en la pasarela de los dogmas frases de juventud marcada por el Che mientras se sienta en un consejo de gobierno en un Palacio que fue de los Orleans y en cuya rehabilitación Vázquez Consuegra, el arquitecto de la exquisitez, se gastó unos 50 millones de euros. Dicho lo cual, me da igual su carácter y, en el caso del Metro, alabo la sensatez de pararse a pensar si nos podemos permitir ponerlo en marcha tal y cómo estaba en los planos. Si existieran de verdad expertos no mediatizados a los que se les diera un umbral razonable de pérdidas puede ser que concluyeran que lo más sensato es no abrirlo. En ese caso, necesitaríamos a políticos de una responsabilidad inexistente por estos lares. Porque Cortés no es tan valiente como para empuñar una señal de Stop que sacaría el rojo a sus antecesores socialistas y el alcalde y el presidente de la Diputación ya andan acariciando el lomo de la posibilidad de levantar a esta ciudad contra Sevilla, porque el mensaje es así de simple. Y, por Sevilla, por cierto, tenemos esta ruina de Metro, porque no íbamos a ser menos que ellos. Nunca.
Los mensajes simples son incluso anteriores a Twitter. Siempre han sido el arma de los demagogos ramplones. De unos y de otros. Que calan en un pueblo acostumbrado siempre a sentirse víctima y a echar la culpa de todo a otros. Ayer fue Dos de mayo. Aquello acabó con el Viva las Caenas. Los hay que piensan que aquel levantamiento nos alejó de Europa y de ciertas luces. Otros pensamos que podríamos haber sido más generosos con los británicos y, además de darle un fincón en Granada al duque de Wellington, haberles cedido en régimen de concertación el gobierno de Andalucía. Pero inventamos la guerrilla y el orgullo de los pobres. Y eso nos espera en el Metro de Málaga, una guerra de guerrillas, porque nadie se va a atrever a tapar la trinchera: el Metro y la Alameda, que el alcalde ha tenido diez años para adecentarla. Bendodo y De la Torre tendrán éxito: ya sabemos la eficacia del agravio como motor. Muy edificante.

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