lunes, 20 de mayo de 2013

Un repaso al buen tapeo que ofrecen los barrios de Sevilla

Las tapas viven una edad dorada. Dado que España ha recuperado su orgullo gastronómico, las tapas han recuperado su sitio, aunque en algunos lugares eso haya ido acompañado de un desmesurado aumento de los precios. Y es que hoy se puede tapear de un modo sencillo y tradicional o apostando por los experimentos (o no tanto) gastronómicos.  

Del origen de la tapa siempre se dan dos versiones. Una dice que los taberneros tapaban el vaso de vino con una rodaja de embutido para evitar que entraran moscas. La otra dice que el rey Alfonso X "el Sabio", en el siglo XIII, impuso a las tabernas acompañar los vasos de vino con algo de comida. 
Se puede tapear bien en cualquier rincón de España y muy bien en Sevilla. En su bares se toman tapas con cerveza o vino, especialmente si entramos en locales de barrios como Triana, La Macarena y Los Remedios.

La lista de manjares es larga y apetitosa. Gazpacho, caracoles, flamenquines, cocido con garbanzos y verduras, pringá, menudo, huevos a la flamenca, cazuelitas de rabo de toro o callos y el omnipresente jamón ibérico nos esperan en casi todas las barras.

También los pescados –pescaíto frito, boquerones en vinagre, gambas, langostinos en vinagreta, cazón, lubina o pavías de bacalao– y la caza –pollo al limón, conejo al vino fino, perdiz en escabeche  o carne al tomillo–. Y todo con la herencia musulmana bien marcada por la presencia de especias como el cilantro, comino, hinojo o hierbabuena. 

La repostería está tan arraigada en la cocina sevillana como la Semana Santa y su fervor religioso. Aún podremos encontrar torrijas y Yemas de San Leandro, sin olvidar los borrachuelos, los alfajores, las tortas de aceite y los pestiños.

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